Milagros Rojas, Harvester

Fechas: sábado 18 de marzo - sábado 22 de abril 2023
Horarios: jueves - sábado, 16h - 18h y con cita
Dirección: Calle de la Constitución 42, Escandón I Secc, CDMX

Dates: Saturday, March 18 - Saturday, April 22, 2023
Hours: Thursday to Saturday, 4 p.m.-6 p.m. and by appointment
Location: Calle de la Constitución 42, Escandón I Secc, CDMX

Aun pudiendo reconocer aquello que aparece donde no debería y que es potencialmente una amenaza, no hay motivo por el cual todo deba ser revelado. Lejos de buscar consensos débiles que tranquilicen el pensamiento, esta serie de Milagros Rojas convoca elementos capaces de hacer que la concordancia causal de una lectura se quiebre para dar lugar a lo externo. Primero, la acidez de la ceniza que se mezcla con el agua estancada de un arroyo o un bache en la calle. Segundo, la celeridad y el ritmo del parpadeo luminoso de un rayo o de un foco averiado. Tercero, la jerarquía de una geometría desbocada, a veces lánguida y elusiva, a veces erguida e intimidante. Si bien no hay información que sea articulable verbalmente, hay estímulo: figuras de escala casi humana aplomadas en un espacio inaccesible coquetean con formas y elementos apenas reconocibles, truncos algunos, caprichosos y detallados otros. El vacío de la forma es más cercano a la sumatoria de haces de luz de distinta frecuencia, que a la supresión de algo desconocido. La sobreexposición y la sensación recurrente de que en ese lugar debiera haber algo, hacen que lo raro emerja aquí como un componente más. No es tanto la ausencia como la hiperpresencia lo que desorienta: en algún horizonte hay algo que está vacío, carente de algo más, que seduce todo a su alrededor, dinamiza y estatiza en igual proporción, conduce el desconcierto a través de tubos, mangueras, apéndices, extremidades o tallos. Aquí el paisaje es una fuerza y la forma una magnitud. El trabajo de Rojas es resultante de un mecanismo de captación, capaz de asir una voz inaudible que anuncia la permanencia de algo inaccesible pero disuelto en todo lo que reconocemos como propio. Imaginemos el canto de un ave que es capaz de imitar el sonido de una motosierra y utilizarlo en época de apareamiento para atraer a cómplices con quienes perpetuar su especie. Aunque en su canto se halla inscripto el motivo de su posible desaparición, su forma es aún esperanzada y persistente, un árbol más en el bosque por caer. 

Podríamos establecer que la serie se inscribe en un mapa donde el motivo del paisaje comprueba asociaciones abiertas sobre la realidad, que bajo esta tradición artística contiene un comentario directo sobre la actualidad y una crisis sobre lo tangible, al tiempo que una salida imaginaria y alterna. Asimismo, resultan posibilidades y experiencias sobre un ambiente creado con un sutil misterio, centrado en dar sentido a las curiosas extremidades que surgen o interpelan las siluetas con ausencia del grafito. Todas estas combinaciones resultan un juego para la mirada que se detiene y reformula de golpe ante el encuentro con una barrera situada en la presencia del blanco. Esta resolución descompone los formatos de recepción espacial de la modernidad (la perspectiva o el horizonte), ya que son pensados como una convención donde la mirada parte de un panorama a un punto concreto. En cambio, esta construcción visual descompone dicho modelo perceptivo y lo voltea, es decir, la mirada se detiene ante este muro orgánico blanco y nos devuelve al exterior de forma constante y, por ello, mantiene a nuestro ojo en un continuo tránsito.

En el pasado las obras de Milagros eran como gotas de petróleo contorsionándose en el aire, cayendo con gracia sobre un pavimento tie-dye, derrumbándose sobre un cielo azul psicodélico. Hoy han desarrollado su propio espacio, habitan un paraje confuso, excepcional. El horizonte nos juega trucos, la luz se niega a seguir cualquier tipo de regla natural de la física: hay destellos y sombras donde no pertenecen, encaprichados. De cierta formas son máquinas, si podemos pensar en toda fuerza transformadora como eso. En otro contexto podrían ser dioses, deidades amorfas, más allá de las posibilidades de nuestros códigos simbólicos, de nuestros lenguajes. Como las descripciones de los biblically
accurate
angels
, los ángeles cubiertos de miles de ojos parpadeantes, con suelas del pie como pezuñas, rostros interminables y brillantes como bronce pulido. Los seres creantes de Milagros, son resbalosos, fluidos, aparecen y desaparecen. Sus extremidades existen de forma múltiple, ¿de qué otra forma se explican sus sombras irreverentes? Deben habitar simultáneamente universos otros, quizás en paralelo son cachorros peludos, y en otra cuerda son dioses vengativos, como en el Génesis. ¿Si se nos aparecieran nos llenaríamos de terror? Seguramente se aparecen en el vacío de la pampa bonaerense o en las penumbras de los desiertos de Nuevo León donde de noche los ojos humanos no pueden percibir más lejos que sus propias manos; o en las esquinas oscuras de nuestra mente donde moran los pensamientos intrusos que se agazapan cuando tratamos de dormir con el espíritu intranquilo. 

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Texto: Carlos Gutierrez, Natalia de la Rosa, Gaby Cepeda.