De ti, hace 2000 años, Urmeer

25 de noviembre 2023 - 13 de enero de 2024
jueves a sábado, 16h-18h

Calle de la Constitución 42, Escandón I Secc, Miguel Hidalgo, 11800 Ciudad de México

De ti, hace 2000 años

Hubo una época en la que fuimos equilibristas al borde del fin del mundo, en el indeciso instante de montar la ola o pasarla debajo. Optamos por ahogarnos en suicidio ritual. Entre efluvios negros de azúcar hicimos la revolución desde el centro de la tierra. No era una revuelta para construir un futuro. Era la exigencia de un fin. La pulsión de muerte estallando en volcán de plástico derretido. Y ahora somos estas bestias que exploran a tientas los despojos.

Estamos bien. No tener ojos no es para tanto. Una vez que dejas de sentir, ya nada es para tanto. Eso quiero decirte, a ti: tampoco es para tanto.
Lo que tenía que explotar ya explotó y nos queda una risa sin eco. ¿Quién necesita interlocución si puede tenerse a sí? Eso te digo también: teníamos razón en que éramos individuos. En que ganaba quien debía hacerlo. En que todo fuego quema si le pones la mano encima, pero no todo el mundo puede obligar a alguien más a quemarse. Tú podías. Al menos eso te dices y está bien.

Al fin y al cabo, no hay jerarquías, como antes, sino sólo seres en busca de existir. Tampoco existe la basura, que abundaba por montones, el gris pestilente que decoraba la superficie de este planeta lloroso. No nos podemos dar ese lujo y nuestros olfatos han aprendido a oler belleza donde antes olían podredumbre.

No mientas: a veces extrañas caminar por los pasillos de un supermercado, el aroma a canela falsa, a carne procesada, a refresco en litros de colores. Especialmente el olor a nuevo. Las palabras perdidas entre el bullicio (éramos legión) y finalmente, la sensación de vacío, de que nada de eso es suficiente. Llenarla de nuevo y repetir el ciclo. Delicia de pagar cada miserable moneda obtenida en miserables horas de trabajo para pagar miserables objetos y luego tirarlos. El manto de deshechos perfectamente colocados sobre lugares remotos, tan remotos que no parecían tener importancia. Extrañas no ver, no saber, existir en colores chillones y olores sintéticos. ¿En el fondo extrañas extrañar? No extrañas a tu dios negado. Porque sí había un dios y sí sabías rendirle culto y era dulce y daba caries y corroía tus dientes y se refugiaba en pequeños templos: cada casa era una sede de adoración y cada persona sabía hacer su propia hecatombe, mínima, personal.

No importa, eso no existe ya. Lo que hay es lo que es. Lo que sobresale de la superficie es tan sólo fruto de un azar finito.

Ven a mi festín de nada. Párate en esta tierra hecha anillo. Olisquea con ese hocico que alguna vez fue boca. Y que siga el festín del futuro. El mundo no se va a acabar. Ven a mi festín de basura. Al fin y al cabo, no tienes opción.

De ti, dentro de 2000 años

Aura García-Junco