Naab Taanaj, Omar Castillo Alfaro

27 de enero - 24 de febrero de 2024
jueves a sábado, 16h-18h

Calle de la Constitución 42, Escandón I Secc, Miguel Hidalgo, 11800 Ciudad de México

Cuando el resto del cuerpo se ha perdido: cuando la lengua se ha perdido: habla la mano*.”
Luis Felipe Fabre

Omar Castillo Alfaro presenta en la galería guadalajara90210 un conjunto de piezas que conforman una instalación inmersa en luz roja cargada de múltiples resonancias. Luz roja inactínica usada para revelar imágenes sobre papel fotográfico antes de ser fijadas con baños de ácido; rojo como el cinabrio, veneno utilizado por antiguas culturas, como la maya, para proteger a los muertos de los vivos en su viaje al más allá.

Formado primero en ingeniería química metalúrgica con especialidad en extracción minera, y posteriormente en la carrera de artes en la UNAM, Omar hace constantes referencias a la física de los materiales y a su toxicidad que no son anodinas, sino que están dotadas de potentes metáforas materiales y afectivas. Por otra parte, esta exposición se coloca bajo resonancias originarias, pues su título en maya Naab
Taanaj
se refiere a una escuela de pintores del periodo clásico tardío quienes firmaban sus obras con flores blancas Naab, y es también la primera muestra del artista en su hogar Taanaj, en México. 

La exposición articula varias tipologías de materiales y gestos que emergieron en el transcurso de diferentes investigaciones. Encontramos las indagaciones alrededor de las flores en la iconografía maya que se adicionan al trabajo de herrería que Omar realiza manualmente y en frío. De la práctica de dibujo-escultura provienen la estructura portante central –después trabajada con parafina–, las esculturas florales estalactitas, y los marcos compuestos de arabescas que hacen echo al barroco churrigueresco bordeando las placas de metal engravadas. Ese trabajo de parafina blanca encarna una superficie que se emancipa de su soporte cuando las gotas recobran forma de flor, encuentran asimismo un contrapunto en los motivos en tierra que rodean a las esculturas y que connotan otro estado de la materia, jalando esas fantasías de “azafrán y lunas” hacia lo más terroso. Por otra parte, el trabajo de escultura en piedra, obsidiana y tezontle, dos minerales sumamente significativos para el periodo precolonial, ofrece otras referencias al pasado prehispánico, a la cultura azteca, con sus cabezas emplumadas, picos de guacamayas y de otras aves, que enriquecen el bestiario desplegado aquí entre figuración y abstracción. Finalmente, las placas de metal engravado continúan el trabajo iconográfico sobre la flor, pues de la forma de los peces y jaguares, los pintores mayas abstraían motivos florales. Además estas piezas procuran otra suerte de luz a la exposición, una luz del otro lado, de las trampas de la fe, de las trampas de la vista.

Las investigaciones iconográficas y científicas del artista se prolongan en experimentaciones materiales con el afán de dialogar con oficios y técnicas de manufactura olvidadas, reprimidas y menospreciadas desde el periodo colonial. Esta investigación tiene como punto de partida un intercambio, a distancia, con las mujeres de su propia familia, depositarias de saberes entramados de afectos. Así como con otras comunidades de artesanos que practican el arte plumario, la talla en piedra o el moldeado en cera, en regiones como Teotitlán del Valle. Estas técnicas no son simplemente incorporadas por el artista a su trabajo, sino que padecen múltiples variaciones y adaptaciones en el proceso, de la misma manera en que cada pieza es trabajada de forma singular, creando cadenas de objetos que agotan formas del tiempo, tal como el historiador George Kubler quería reorganizar la historia del arte en una historia de las cosas. 

Radicado en Francia desde hace varios años y en donde su trabajo ha sido expuesto y reconocido, Omar Castillo Alfaro pertenece a una generación de artistas migrantes en Europa, mexicanos o latinoamericanos en devenir, que viven bajo los lineamientos de una doble cultura, es decir en una doble distancia y proximidad con sus territorios de origen y de vida; esto les permite una reinvención singular de lo se podría llamar una cultura propia. Si bien se sabe la importancia que tuvo la experiencia en el extranjero de algunos artistas e intelectuales para la elaboración de las culturas nacionales, se insiste menos en la carga crítica de la mirada que desde afuera esos artistas pueden ofrecer.

Así, en tiempos de globalización post pandemia, tal vez la vocación de las comunidades diaspóricas es menos la de reafirmar un substrato nacional, que la de socavar y re-interrogar desde una exterioridad vulnerable lo que construye una identidad colectiva pero vivida subjetivamente. Más allá, en la Francia poscolonial de hoy en día, atravesada por la puesta en tela de juicio de su republicanismo y su democracia de doble cara, la interpelación del trabajo de Omar acerca de los pasados coloniales, de los saberes encubiertos por las epistemologías occidentales, de las lenguas y prácticas culturales exterminadas, contribuye a plantear, de manera original, la importancia de las identidades hibridas e impuras para pensar las formas y sus relatos históricos, el arte y sus lenguajes situados bajo un horizonte internacional, abierto a las pequeñas y grandes diferencias, así como a sus traducciones posibles.

En ese sentido, Omar Castillo Alfaro interroga desde su práctica saturada de reminiscencias formales y rituales a la historia del arte de la primera y segunda modernidad. La manera que un ethos barroco es reafirmado y actualizado, tal como lo definió el filósofo Bolívar Echeverría, interrogando el centro desde el margen aborrecido, en un constante y dramático derrocamiento. Porque en la actualidad, ¿quién podría decir quién está en la periferia del centro de quién? También es el sentido de los números espejos que habitan esta exposición, espejos de hierro o de obsidiana, espejos negros y motivos florales desdoblados que se prolongan simétricamente en el espacio tras el metal y formas en espiral. El espejo como metáfora de la idea de colonialidad/modernidad, el plano de contacto, el lado oscuro de las luces, el giro geocéntrico y de la historia, el punto de vista constantemente desdoblado de los que andan de una costa a la otra. 

 * Luis Felipe Fabre, Flores para los muertos, “Una temporada en Mictlán”, 1 (Nezahualcóyotl dixit ), p. 9

Annabela Tournon Zubieta

Agradecimiento a Vania Macías y Julio García Murillo