Clases de Actuación, Bruno Gruppalli
Inauguración: sábado 12 de diciembre, 12h-18h
Fechas: sábado 12 de diciembre 2020 / sábado 16 de enero 2021, del jueves al sábado de 12h a 14h, con cita previa
Dirección: Calle de la Constitución 42, Escandón I Secc, CDMX
Reception: Saturday, Diciembre 12, 12 p.m.-6 p.m.
Dates: Saturday, Diciembre 12, 2020 / Saturday, January 16, 2021, Thursday to Saturday, 4 p.m.-6 p.m. only by appointment
Location: Calle de la Constitución 42, Escandón I Secc, CDMX
guadalajara90210 presenta Clases de Actuación, una exposición individual de Bruno Gruppalli.
Hemos encontrado que la composición artificial no sólo no limita lo espiritual sino que conduce a elle (la tensión tropística entre el proceso interno y la forma los refuerza a ambos. La forma actúa como un anzuelo, el proceso espiritual se produce espontáneamente ante y contra él). Las formas de la simple conducta “natural” oscurecen la verdad; componernos un papel como sistema de signos que demuestran lo que enmascara la visión común: la dialéctica de la conducta humana. En un momento de choque psíquico, de terror, de peligro mortal o de gozo enorme, un ser no se comporta “naturalmente”. Un ser que se encuentra en un estado elevado de espíritu utiliza signos rítmicamente articulados, empieza a bailar, a cantar. Un signo, no un gesto común, es el elemento esencial de expresión para nosotros.
En términos de técnica formal, no trabajamos con una proliferación de signos, o por acumulación (como en los ensayos formales del teatro oriental). Más bien sustraemos, tratando de destilar, los signos eliminando de ellos los elementos de conducta “natural” que oscurecen el impulso puro. Otra técnica que ilumina la estructura escondida de los signos es la contradicción (entre el gesto y la voz, la voz y la palabra y el pensamiento, la voluntad y la acción, etc.); aquí también seguimos la vía negativa.
Esta elaboración de artificialidad - o la forma de ese freno conductor - se apoya usualmente en una búsqueda consciente dentro de nuestro organismo de formas cuyo sentido sentimos a pesar de que su realidad todavía se nos escape. Uno asume que esas formas existen ya, completas, dentro de nuestro organismo. Esta búsqueda de la artificialidad requiere a su vez una serie de ejercicios adicionales, que constituyen un conjunto en miniatura para cada parte del cuerpo. De cualquier manera el principio decisivo sigue siendo el siguiente: mientras más nos preocupe lo que está escondido dentro de nosotros - en el exceso, en la exposición, en la autopenetración -, más rígida debe ser la disciplina externa; es decir, la forma, la artificialidad, el ideograma, el signo. En eso consiste el principio general de la expresividad.
La realización de este acto al que nos estamos refiriendo - autopenetración, exposición - exige una movilización de todas las fuerzas físicas y espirituales del actor que está en un estado de disponibilidad ociosa, de disposición pasiva, con lo que se logra un alto grado de actuación activa. Es necesario acudir a un lenguaje metafórico para decir que el factor decisivo en este proceso es la humildad, una predisposición espiritual: no hacer algo, sino refrenarse de hacer algo; de otra manera el exceso se volvería imprudencia en lugar de sacrificio: el actor debe actuar en estado de trance. Trance, tal y como lo entiendo, es la habilidad de concentrarse en una forma teatral particular que puede ser obtenida mediante un mínimo de buena voluntad.
Si intentara expresar lo anterior con una sola frase diría que en última instancia se trata de una entrega total. Uno debe ofrecerse totalmente, con la más profunda intimidad, con confianza, como cuando uno se entrega en amor. Aquí está la clave. Autopenetración, trance, exceso, la disciplina formal en sí misma: todo esto puede realizarse siempre que uno quiera entregarse totalmente, humildemente, sin defensa. Este acto culmina en un clímax: produce alivio. Un desarrollo de un sistema de signos que conduzcan al proceso indescriptible e inasible de la autoentrega. El estado mental necesario es una disposición pasiva para realizar un papel activo, estado en el que no “se quiere hacer algo”, sino más bien en el que “uno se resigna a no hacerlo”.
Sobre un texto de Eugenio Barba y Jerzy Grotowski, “El nuevo testamento del teatro”, 1964